jueves, 3 de junio de 2010

Todo el mundo odia a Pino.


“La sociedad surge cuando un sistema metafórico se impone sobre los otros, se convierte en el modo públicamente prescrito y aceptado de señalar metafóricamente las cosas (es decir, de mentir)”. Gianni Váttimo, Introducción a Nietzsche.

Se escucha, se ve y se lee en los medios de comunicación kirchneristas una constante reprobación a la figura y a la propuesta de Pino Solanas. Como hace 7 años, los medios monopólicos, mano a mano con el kirchnerismo, alentaban la clasificación piqueteros blandos (negociadores, contemporizadores) – piqueteros duros (combativos, intransigentes), ahora, en el ocaso de la experiencia kirchnerista, los “medios revolucionarios” adictos a la línea oficial, dividen las aguas del centroizquierda entre realistas-modernos y utópicos-antiguos. Sabattelita es un tipo realista, va al pie, se sienta en el regazo del gobierno; es un tipo moderno, por otro lado; no habla de Dignidad Nacional, Lucha Antiimperialista, Liberación Nacional. No usa ese lenguaje que refiere a entelequias perimidas. Pino es lo otro. Es un utopista, un soñador, un impaciente que pide lo que es imposible que suceda ahora. Y encima, está empecinado en scalabrinismos del año 30.

Sin dudas, la figura de Fernando Solanas, es al kirchnerismo lo que un tipo honrado es a sus amigos vivos: un gil. Es un moralista, alguien que se enceguece tanto por la luz de sus valores, que no puede ver la oportunidad de la cachada fácil cuando la tiene en las narices. Pero, para decir algo objetivo, Pino no es un santo. Es un político que en junio de 2009 obtuvo 400 mil votos en Capital Federal. Un tipo que araña en las encuestas el 10 % de la intención de voto para el 2011. Es un peligro para un gobierno que pretende (con mayores o menores posibilidades de éxito) hacer pasar por Nacional y Popular un programa político discontinuo y falaz. Es una señal de alerta para quienes todavía creen que la única opción progresista en el país es este cambalache que bajo la apariencia de un peronismo culturalista esconde un núcleo duro justicialista. Porque el kirchnerismo no parece ser otra cosa, en el día de hoy, que esto: un discurso que recubre esa máquina de hacer obedecer llamada Partido Justicialista. Pino es el incierto camino hacia la Argentina del futuro. Un camino inseguro, sin garantías. Pero así y todo, molesta.

Vuelvo a lo de antes: ¿es un santo Pino Solanas? No. No lo es. Ni queremos que lo sea. No estamos haciendo un juicio de valor. El gobierno tampoco es un demonio, para ser rigurosos. No se trata de ningún misticismo el nuestro, de ningún maniqueísmo. Se trata sólo de un análisis de coyuntura. En esta coyuntura hay una disposición de actores. En el plano político: las derechas fragmentadas, todavía incapaces, todavía sin hallar ese principio de aglomeración interna que les permita ser un puño que golpee una vez más a la sociedad argentina haciéndole creer que se le está haciendo un bien; el centroizquierda dividido, con un sector dispuesto a la negociación con el gobierno y con otro sector todavía no muy definido pero con nombre y apellido: Libres del Sur y Proyecto Sur; la izquierda retórica, preocupada más por destruir el capitalismo que por hacer política; el combo gobernante, primera minoría en el parlamento, hegemonía sindical, empresarios nacionales, derechos humanos light, no reprime pero deja sueltos a los perros de la bonaerense que asesinan y torturan como en plena dictadura y además, los muchachos del capital financiero. Este es el arco, a grandes rasgos. Describir matemáticamente este panorama podría resultar interesante: estadísticas macroeconómicas, intenciones de voto, imagen pública, etc. Sin embargo, ningún guarismo podría elucidar lo que verdaderamente está en juego en la política argentina: la posibilidad de redefinir la Realidad de acuerdo a otro lenguaje, y por medio de esta redefinición lograr ver otra cosa, diferente a lo que vemos en la actualidad. Y mediante este ver-diferente, hacer posible un hacer-diferente. Porque si Pino crece, si Pino se planta y echa raíces (pero si y solo si echa raíces), Scalabrini deja de ser poesía y pasa a ser un programa político. Si Pino se rodea de un bosque de pinos, F.O.R.J.A. abandona el museo y sale a la calle. Si Pino gana, el peronismo resucita de nuevo. Si el viejo la rompe, nuestro sistema de metáforas, tan arbitrario como el de ellos, los que nos pegan, deja el campo onírico de la Poesía para transformarse en una lengua política cotidiana.

Pero… tiene que ganar, y tiene que ganar bien, tiene que arrasar. Ya se que esto no es posible. Pero, pongamos entre paréntesis esta Realidad que nos impone su programa y miremos un poco hacia atrás. ¿Quién hubiera dicho hace 10 años –el caluroso año 2000- que íbamos a juzgar a los milicos de la dictadura y que los indultados iban a tener que sentarse en el banquillo de la justicia otra vez? Nadie. Nadie se hubiera animado a hacer tal afirmación. Sin embargo, tres años después, vino Kirchner, nos ilusionó, no chamuyó bien chamuyados, armó hábilmente su aparato político, y los milicos derecho viejo a los tribunales. Aquí le reconozco al kirchnerismo lo que hay que reconocerle, lo que cualquiera de nosotros le va a contar a sus hijos: los Kirchner armaron una jugada política que les permitió matar una bandada de pájaros al mismo tiempo; los tipos hicieron posible, junto a una creciente mayoría social, que los milicos fueran juzgados y condenados; pero más todavía: trayendo el tema de los derechos humanos al centro de la mesa de debates nacionales, transformaron alquímicamente una política de revisión histórica en un medio de relegitimar el estado nacional frente a la sociedad civil; y más: aprovechando el aumento de precios de los exportables argentinos en el mercado mundial impulsaron una revitalización del mercado interno tal que, con bemoles y sostenidos, se impulsó una mejora del ingreso de los trabajadores y un leve giro industrialista. Y si todo esto fue posible, fue porque, entre muchos otros factores, se logró imponer un lenguaje político superador, un principio de legitimidad, una perspectiva que nos sacó, aunque sea un poco, del neoliberalismo salvaje. Y justo ahí, al frente del arco, el kirchnerismo se lesiona y empezamos a perder. Primero perdieron ellos. Ahora podemos perder todos. Pero no tramitaron la derrota. No entienden que para seguir, hay que sacar otro conejo de la galera. Un conejo nuevo, un conejo fosforescente. Un nuevo recurso movilizador de voluntades. La Ley de medios y la asignación universal por hijo están bien, son un comienzo. Una ley que grave la actividad financiera sería una excelente continuación. Un IAPI, sería fantástico. Ferrocarriles nacionales, ley de hidrocarburos para que no nos sigan saqueando, serían medidas espectaculares. Pero ahí está el problema: el martillo ya no lo tienen, se quedaron con los clavos en la mano. Los recursos movilizadores se quedan chiquititos frente a una oposición que los imposibilita. Las masas obreras en Plaza de Mayo son impensables. Esos mismos dirigentes de la CGT que bancan al gobierno, saben que movilizar al laburante es como darles permiso a sus mujeres para que les metan los cuernos. Los intendentes justicialistas de las provincias, saben que ampliar la participación es firmar su propia condena a muerte. Ese es el problema, los Kirchner ya no tienen con qué…a menos que piensen seriamente que las masas de 678 facebook son base suficiente para bancar un programa político.

Aquí entra Pino. Porque su scalabrinismo es utópico-antiguo, pero juzgar a los milicos también era utópico, y también era ochentoso: y sin embargo se hizo y se hace. La retórica nacionalista popular de Pino y compañía puede ser utópica ahora, pero son justamente ese tipo de idealidades (irrealidades) las que nutren la acción política. No hay política sin simbolismo y sin ensoñación. No hay sociedad sin metáforas. Y si las metáforas se gastan, y se niegan a abandonar el espacio que ocupan: hay que correrlas y empezar a usar otras. La retórica renovacionista, derechohumanista y democrática de los Kirchner, que nos ilusionó y que nos movilizó, ya no sirve, está agotada. Y peor: si en 2003, los sectores concentrados, que ya habían firmado la paz económica con Duhalde y su devaluación, apoyaron a Kirchner o al menos se bancaron su risueño keynesianismo, ahora no se bancan nada. El enemigo ya mostró los dientes. Si en 2003, el monopólico Clarín les dio vía libre para desarrollar la acción de gobierno que antes explicamos, ahora está en pie de guerra. Si la justicia, pese a idas y venidas les hizo el juego en 2003, ahora está dispuesta a jugarles ruleta rusa.

Por eso Pino puede terciar en la jugada. Porque pese a todo: tiene un principio de recomposición nacional y de movilización. Tiene un criterio de lectura de la realidad que puede resultar muy potable para aprender a escribir sobre esa realidad. Tiene un programa aunque sea.

Por todo esto, creemos que el ataque a Pino va a continuar. Porque no son ataques injustificados. Seguramente habrá más perejiles con sus respectivas lupas. Habrá más exabruptos del Ministro Aníbal Fernández. Habrá más rabietas de Néstor al leer las encuestas de imagen pública.

Federico Rayez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario